Se trata de Hernán Dirisio, el argentino que comercializaba armas desde Turquia, Servia y Eslovenia y vendía una de las bandas narcos en Brasil
El terrorismo narco en Brasil volvió a quedar en evidencia con la masacre de Río de Janeiro, donde 68 personas fueron asesinadas en medio de una guerra interna entre facciones criminales.
Lo que hasta ahora era un conflicto de fronteras brasileñas, tiene un punto de conexión alarmante con la Argentina: las armas que alimentan a esos grupos provienen de un traficante argentino oriundo de Buenos Aires, (Diego Hernán Dirisio) detenido en Córdoba en febrero de 202 junto a su pareja Julieta Vanessa Nardi, modelo
Según la investigación judicial, este hombre articulaba un complejo esquema internacional de provisión de armamento. Las armas eran importadas ilegalmente desde Turquía, Serbia, Eslovenia y República Checa, países señalados como proveedores de armas de guerra y fusiles de alto poder de fuego. Una vez ingresadas al circuito criminal, el destino inmediato era Ciudad del Este (Paraguay), donde especialistas en logística narco se encargaban de limar y borrar los números de serie para volverlas imposibles de rastrear.
Posteriormente, este arsenal era vendido directamente a las dos facciones criminales más poderosas de Brasil, organizaciones que operan bajo un esquema de narco-terrorismo: controlan territorios, imponen reglas paralelas al Estado y no dudan en ejecutar masacres contra rivales o poblaciones enteras.
Una de esas bandas es la que actualmente mantiene en vilo a Río de Janeiro, epicentro del reciente baño de sangre con decenas de víctimas. (G1 – Globo, Brasil)
La detención en Córdoba expuso cómo la Argentina puede convertirse en un eslabón clave del tráfico internacional de armas y, al mismo tiempo, en un actor indirecto en la escalada de violencia brasileña. Para especialistas en seguridad, el caso desnuda la debilidad en los controles fronterizos y aduaneros, pero también pone de relieve un riesgo regional: la consolidación del Mercosur como corredor de crimen organizado transnacional.
Hoy, el terrorismo narco en Brasil no solo se financia con drogas, extorsiones y secuestros: también se sostiene con armas que son comercializadas desde argentina y que cruzan fronteras bajo el silencio de un mercado ilegal cada vez más sofisticado. Y mientras las facciones criminales amplían su poder, el desafío para los Estados de la región es evitar que este fenómeno termine de consolidarse como una amenaza continental.