Una inversión de $109 millones en seguridad para buses terminó en un depósito de chatarra en la ANT, con solo un tercio de los equipos operativos tras una década
Una década después de una millonaria inversión destinada a mejorar la seguridad en el transporte público, una escena desoladora se revela en las bodegas de la Agencia Nacional de Tránsito (ANT) en Quito. Miles de cámaras de video, dispositivos de rastreo satelital y botones de auxilio, que debieron ser instalados en los buses hace diez años, yacen arrumbados como simple basura.
La adquisición de estos equipos representó un gasto de 109 millones de dólares, pagados a una empresa estatal china. Sin embargo, la implementación del sistema de seguridad fue un fracaso rotundo. Según fuentes internas, apenas el 35% de los dispositivos llegaron a funcionar correctamente.
La situación plantea serias interrogantes sobre la gestión de los recursos públicos y la supervisión de contratos de esta magnitud. Los equipos, ahora obsoletos y sin uso, representan una pérdida económica considerable para el Estado ecuatoriano y dejan en evidencia la falta de un seguimiento adecuado en proyectos cruciales para la seguridad ciudadana.
La inoperatividad de estos sistemas de vigilancia y alerta temprana ha generado críticas por parte de usuarios del transporte público y organizaciones de la sociedad civil, quienes lamentan la oportunidad perdida de contar con herramientas tecnológicas para prevenir la delincuencia y mejorar la respuesta ante emergencias en los buses.
Las autoridades de la ANT aún no han emitido un pronunciamiento oficial sobre el destino de estos equipos inservibles ni sobre las posibles responsabilidades en este millonario despilfarro. Mientras tanto, la imagen de miles de dispositivos de seguridad convertidos en chatarra en las bodegas de la ANT se erige como un símbolo de la ineficiencia y la falta de planificación en la gestión de proyectos públicos en el país.