De potencial uso en electrónica, salud, defensa y más, está hecha de níquel-63 y diseñada para durar 50 años sin mantenimiento. No fuga radiación. No requieren recarga, no emiten radiación al exterior, no son de litio y, al finalizar su vida útil, se transforman en cobre común.
El avance tecnológico chino no deja de sorprender y ahora, desde el gigante asiático, anuncian haber iniciado la producción masiva de baterías nucleares para uso en ceulares, entre otros dispositivos, que no requieren recarga, no emiten radiación al exterior, no son de litio y, al finalizar su vida útil, se transforman en cobre común. Las mismas, podrían cambiar el panorama energético mundial.
La desintegración del níquel-63 produce Cobre-63, un isótopo estable y no radiactivo, lo que significa que, al final del ciclo, la batería no deja residuos nucleares peligrosos, sino un metal reutilizable.
La radiación beta del Níquel-63 no atraviesa la piel humana y, gracias al diseño del dispositivo, no se libera al exterior. Así, la batería es segura para usos cotidianos si el encapsulado permanece intacto.
Aunque la tecnología betavoltaica no es nueva —NASA y ejércitos ya la usan—, la miniaturización para aplicaciones civiles es revolucionaria. En este caso, se usa Níquel-63, que emite electrones (partículas beta) que impactan un semiconductor y generan electricidad, de manera similar a los paneles solares pero con partículas en lugar de luz.
Se trata de un isótopo radiactivo del níquel que emite partículas beta de baja energía.