A pocos días de asumir, el presidente electo de Estados Unidos Donald Trump propone entre otras medidas, anexar Canadá como nuevo territorio de EEUU, adquirir por una suma millonaria el actual territorio de Groenlandia y llevar de 50 a 64 los estados que integran el territorio estadounidense
Durante siglos, los exploradores europeos estuvieron obsesionados con encontrar el llamado Paso del Noroeste. Este paso representaba una ruta estratégica que podría unir los océanos Atlántico y Pacífico sin necesidad de rodear el continente americano, lo que lo convertía en un anhelo por sus implicancias económicas, militares y políticas.
Ahora, el expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha planteado la posibilidad de reactivar esta ruta para impulsar conexiones comerciales entre Asia y Europa. Su propuesta incluye un plan ambicioso: anexar Canadá y adquirir Groenlandia de Dinamarca por una suma multi millonaria y acuerdos comerciales
Sin embargo, el actual Paso del Noroeste dista mucho de ser el mítico acceso que tanto fascinaba a los navegantes del pasado. Aunque técnicamente permite viajar entre ambos océanos atravesando el Ártico, las condiciones extremas y la dificultad de cruzar los estrechos de Bering (que separa Alaska de Siberia) y de Davis (entre Canadá y Groenlandia) han obstaculizado el desarrollo de rutas comerciales sostenibles, al menos que se utilizan rompehielos bordeando las costas canadienses o siberianas.
El Ártico como nueva autopista comercial: la visión expansionista de Trump
Las ambiciones territoriales de Donald Trump han vuelto a despertar un viejo anhelo geopolítico: ¿qué pasaría si Estados Unidos controlara todo el continente norteamericano? Durante su presidencia, el magnate no solo propuso la compra de Groenlandia a Dinamarca —una idea que ha retomado recientemente— sino que también sugirió que Canadá se integre como parte de los Estados Unidos. Aunque hoy esa posibilidad parece lejana, de concretarse, el nuevo país abarcaría más de 20 millones de kilómetros cuadrados y tendría presencia en tres océanos: Atlántico, Pacífico y Ártico.
Esta hipotética fusión convertiría a Estados Unidos en la nación más grande del mundo, con un total de 64 estados y una población cercana a los 400 millones de habitantes.
Actualmente, el territorio estadounidense incluye 50 estados, siendo Alaska su punto más septentrional y una de las zonas más estratégicas por su cercanía a Rusia, a menos de 100 kilómetros. Sin embargo, Trump ha demostrado un interés particular en los recursos naturales y económicos de Canadá y Groenlandia. Desde los vastos yacimientos petrolíferos de Alberta hasta los depósitos minerales del Ártico, el exmandatario ve en esas regiones una oportunidad para reforzar la influencia estadounidense en materia comercial.
El deshielo abre nuevas rutas comerciales
El deshielo progresivo del Ártico, consecuencia del cambio climático, está modificando las dinámicas del comercio marítimo internacional. Se prevé que, en la próxima década, el océano Ártico podrá ser navegable durante dos meses al año sin necesidad de rompehielos, y hacia mediados de siglo, esa ventana podría extenderse hasta seis meses. Este fenómeno abre la posibilidad de crear nuevas rutas comerciales que conecten Europa y Asia de manera más rápida y eficiente, sin depender de los tradicionales.
Rusia, consciente de este cambio, ya ha comenzado a aprovechar sus puertos siberianos para exportar gas y petróleo a mercados asiáticos como China e India. Con una de las mayores flotas de rompehielos del mundo, Moscú ha consolidado su presencia en el Ártico, transformándose en un actor clave en esta región que hasta ahora había permanecido en gran parte inaccesible.
Las nuevas rutas árticas ofrecen una ventaja competitiva clave: permiten reducir los tiempos de navegación hasta en un 30% y evitan los riesgos asociados a los canales tradicionales, que en los últimos años han enfrentado problemas de seguridad y restricciones derivadas de conflictos geopolíticos.
Un tablero geopolítico en transformación
Las recientes declaraciones de Trump sobre la compra de Groenlandia y la integración de Canadá no son meras ideas aisladas, sino parte de una estrategia más amplia para fortalecer la presencia de Estados Unidos en el Ártico. El Pentágono ha enfatizado en reiteradas ocasiones la importancia geoestratégica de esta región, tanto en términos de seguridad como de comercio. La base aérea de Thule, en Groenlandia, es una pieza clave dentro del sistema de defensa estadounidense en el Ártico, evidenciando el interés militar de Trump con estas medidas.
Si bien tanto Canadá como Groenlandia continúan siendo independientes, no es descabellado pensar que Estados Unidos busque acuerdos bilaterales que le aseguren el acceso a estas nuevas rutas marítimas. La influencia de Washington sobre Ottawa y Copenhague es mayor de lo que aparente, y las decisiones comerciales, como la imposición de aranceles del 25% a las exportaciones canadienses, han generado tensiones internas que terminaron por debilitar al gobierno.
El Ártico, una nueva llave del comercio global
La apertura de rutas comerciales árticas podría alterar profundamente el mapa del comercio global. Los pasos marítimos tradicionales, como los canales de Suez y Panamá, podrían quedar relegados si Estados Unidos y Rusia logran establecer “autopistas marítimas” que conecten de forma directa Europa y Asia a través del Ártico. En este escenario, ambas potencias serán las principales guardianas del comercio internacional, relegando a países como Egipto y Panamá a un rol secundario.
Esta nueva realidad pondría a China, el principal rival de Estados Unidos, en una posición incómoda. El gigante asiático vería sus rutas comerciales tradicionales controladas por dos potencias con las que mantiene tensas relaciones diplomáticas. En definitiva, el control del Ártico podría convertirse en un factor decisivo en la disputa por el liderazgo económico.